Programa de mano Gran Teatro Ópera: un palacio de ensueño

Modestos o lujosos, los programas evocan películas que vimos y, sobre todo, el rito de ir al cine antes de los cambios del consumo audiovisual, cuando entrar en aquellas salas mágicas del barrio o del centro donde lo cotidiano desaparecía era una experiencia siempre estimulante. Elegí este que, como dan cuenta las perforaciones, fue conservado en una carpeta. Vemos a Merle Oberon y Melvyn Douglas, protagonistas de ¿Qué sabés tú de amor?, frente a la platea del cine Ópera, palacio de estilo art déco que disgustaba a Victoria Ocampo, partidaria del racionalismo del Gran Rex.

Programa de mano Gran Teatro Ópera: un palacio de ensueño 22 al 28 de mayo de 1941 Medidas: 18,5 x 26,5 cm.

Didascalias modernas

Los programas de mano han llegado al museo mediante la donación de muchas colecciones particulares e integran un fondo documental particularmente cinéfilo y nostálgico. Considerados materiales efímeros, pensados para ser desechados como los tickets o los calendarios, la necesidad afectiva o intelectual de guardarlo como testimonio de las experiencias individuales o colectivas de muchos espectadores es harto evidente.
Entre los más antiguos que se conservan está el cuadernillo que se entregó en la primera función de Amalia dirigida por E. García Velloso en 1914, intentando asimilar el nuevo espectáculo a las artes que lo precedieron como la ópera y el teatro, a modo de las didascalias griegas que registraban las obras teatrales representadas con datos relevantes como la fecha o los premios obtenidos.
Hoy, como fuente documental, además de fechas y obras determinadas, nos permiten localizar otros aspectos históricos relacionados con la distribución, exhibición, precios de entradas, anunciantes o lemas de campañas estatales y sociales. También denotan la influencia de movimientos artísticos en el diseño gráfico y la tipografía. En los primeros tiempos era una hoja de abigarrada información que incluía, además de las películas, presentaciones de cantantes, músicos o estrellas de la radio. Luego se usaron formatos diversos aunque predominan el díptico y el tríptico; sencillos en blanco y negro o a todo color. Alcanzaron su mejor expresión estética durante las décadas de 1930-1940 con el aporte de artistas como Osvaldo M. Venturi, Gastón Jarry, José Murcia o Arnaldo Lambertini, quienes recrearon las fachadas de las salas y aportaron pinturas propias para ilustrar tapas.


En cambio, a través de Nené, personaje de Boquitas pintadas, Manuel Puig describió un sentimiento más extendido: “… y de paso me conocí el cine Ópera, que tanto me habías nombrado. Ay, tenías razón, qué lujo de no creer, al entrar me vi a los lados esos balcones de palacios a todo lujo, con plantas tan cuidadas, y los vitrales de colores, y encima de la pantalla ese arco iris, me quedé muda, cuando mi marido me codea y me señala el techo… ahí ya por poco grito ¡las estrellas brillando y las nubes moviéndose que es un cielo de veras! La película era buena pero lo mismo yo de vez en cuando miraba para arriba, y los movimientos de nubes seguían durante toda la función. Con razón cobran tan caro”.