Diseñando La fuga

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La fuga, como todos los guiones de Eduardo Mignogna, invitaba a un viaje especial, lleno de adrenalina, placer y creatividad. El relato, un abanico de escenarios, situaciones y personajes de época, me aseguraba un desafío permanente.

En toda esa vorágine hubo una prenda de vestuario que terminó siendo una de las más demandantes: el uniforme de los convictos. Humilde, intrascendente, práctico y verosímil, simples valoraciones expresadas para el diseño de esa imagen que comienza con la lectura del guion, exactamente en la secuencia del interior del túnel construido por los presos para concretar la fuga del penal. Sentía que yo ya estaba observando la escena proyectada, imaginando el decorado del túnel, un tubo construido con tierra y barro, la fuente lumínica débil, la cercanía de la cámara y de la lente. Entonces, la espectadora que hay en mí comenzó a recibir disparadores: textura, color, barro adherido a las prendas en la arrastrada marcha de los personajes. Esta percepción se convertiría en la premisa del vestuario de los convictos.

No existía una tela que estuviese a la altura de mi demanda, basada en fundamentos expresivos. Por esa razón, y potenciada por Fátima Macera -primera asistente y gran colaboradora quien llevó a cabo la investigación histórica del vestuario del film-, fue que tomé la decisión de encargar la tela a un fabricante textil, de acuerdo a las necesidades evaluadas para la construcción de la imagen rectora. Luego de algunas pruebas se mandó tejer un rollo de la tela en algodón crudo con la densidad adecuada y textura asargada considerando el “cuerpo” de la tela original de esos uniformes. La elección del material, algodón, respondía al tratamiento que sufrirían las prendas durante el rodaje, la adaptación y el aspecto casual de las mismas dado por el proceso de ambientación, teñido y desgaste.

Luego continuamos con el teñido de base y la impresión de las rayas. Se evaluaron diferentes muestras hasta llegar a la elección definitiva, a cargo de la Directora de Arte (Margarita Jusid) y el Director de Fotografía (Marcelo Camorino), en la locación del penal y los escenarios pintados de la cárcel de Ushuaia donde se rodaron esas escenas. Una vez confeccionados los uniformes, se imprimieron los números.

De acuerdo a la investigación realizada, los convictos vestían trajes de color amarillo con rayas azules. Es por eso que intentamos evitar toda semejanza con las casacas de algunos equipos de fútbol. Nos inclinamos definitivamente por tonos desaturados: ocre amarillo e índigo lavado. El arenado final y la ambientación del vestuario sumaron credibilidad al uniforme. La tela cumplió con las expectativas de textura, alta densidad, adaptación a la figura y color. Apelando a los valores de sensibilidad fotográfica, la prenda desarrollada logró ser un producto enmarcado en la tecnología analógica y agraciado por la cámara.