TV/Video/Cine. El archivo imposible
Este artículo trata sobre un incordio, uno más de la larga serie de la documentación y del proyecto de transmisión en directo del Juicio a las Juntas Militares, un título ficticio para un evento mediático que nunca ocurrió. Esta omisión remite además a la problemática del acervo audiovisual de nuestro país.
En 1985, la gestión de Ricardo Alfonsín como presidente de la nación determinó que atc (Argentina Televisora Color), el canal oficial, debía transmitir en directo el juicio a las Juntas. La presión de diversos sectores militares y civiles cercanos al gobierno logró que este hecho no se concretara durante los seis meses que duró el juicio (de abril a noviembre de 1985). Solo se emitieron, durante las primeras semanas de las audiencias, algunos fragmentos editados, sin sonido y en diferido, a razón de unos pocos minutos por día. Sin embargo, quedó su registro en video: un total de 530 horas de grabación.
Este suceso histórico mediático que nunca se produjo es una pérdida irreparable y refiere a las implicancias del directo, esencia de la máquina televisiva, en sus efectos perceptivos e ideológicos. Desde su aparición en 1956, la tecnología de la grabación en video modificó el funcionamiento de las emisoras, al desviar la marca ideológica y fundacional de la televisión: la posibilidad de instantaneidad, algo que el cine siempre anheló.
La cinta de poliéster y su recubrimiento ferroso rozando el cabezal magnético, la esencia del video analógico, desplazaron esa especificidad, borrando el espectáculo de la puesta en escena en vivo de esas 530 horas del teatro del juicio. La puesta de cámaras de atc marcó un eje en el que el cuadro frontal lo conformaba el estrado con los jueces, a un lado los fiscales, y al otro los abogados defensores. No hubo imágenes frontales de los enjuiciados ni de los testigos.
Aunque se registró todo el juicio en video, la mayoría de esos archivos tuvieron destinos inciertos. Algunos fueron sustraídos y/o borrados; otros fueron resguardados y más tarde recuperados. Estos últimos se convirtieron en el sustento de una serie de proyectos audiovisuales. Sin embargo, ninguno de ellos menciona y analiza los efectos de la suspensión de la transmisión en vivo.
Este documento televisivo aún ofrece amplias posibilidades de apropiaciones, como es el caso de todo archivo encontrado. Es de esperar que, con el paso del tiempo, surjan obras que profundicen la reflexión sobre estas mismas imágenes, soportes y lenguajes, que propongan lecturas incisivas sobre el uso y la representación de hechos históricos, rompiendo la literalidad con la cual suelen ser reutilizadas.
Pensar la televisión, en su historia y en su forma, particularmente en Argentina, sigue siendo un desafío para los estudios audiovisuales, también para las políticas de archivos, los cuales deberían ser de dominio público y de libre acceso.