El cuadernito de Saslavsky
Desempacar nuevas colecciones está entre las satisfacciones más intensas que me regala trabajar en el Museo. Y mucho más cuando se trata de abrir cajas y revolver papeles de Luis Saslavsky, un director que me interesó siempre por las apuestas formales y narrativas que arriesga en una obra que nunca avanza en línea recta.
Entre sus cosas recibimos un cuadernito donde relata los primeros meses de su autoexilio en París. Abandona la Argentina en parte debido a una supuesta prohibición instigada por Raúl Apold (su antiperonismo no era un secreto para nadie), y en parte debido a las polémicas generadas por el estreno de Vidalita (1949), un film que subvierte las bases más sagradas del ideario criollista a partir de una parodia apenas velada de Don Segundo Sombra y otros clásicos de la gauchesca. “Preferí irme a Europa y esperar que el tiempo solucionara el conflicto. En París intenté recomenzar mi carrera y lo logré”.
El productor español Cesáreo González le ofrece un contrato con su productora Suevia Films y la propuesta de hacer un film con la estrella mexicana María Félix. Convencido de estar cerca de lograr la proyección internacional que tanto desea, Saslavsky se instala en París y persigue al poeta Jean Cocteau para que acepte escribir la sinopsis de un film, que luego el dramaturgo Charles De Peyret Chappuis convertirá en guion y Miguel Mihura llevará a diálogos en español. El film será La corona negra, un intenso melodrama filmado en Marruecos y estrenado en 1951, que además de María Félix cuenta con las actuaciones de los jóvenes actores italianos Vittorio Gassman y Rossano Brazzi. “En el fondo, que quiero de él [Cocteau], sus historias, sus ideas, su nombre, su propaganda, su puerta grande…”. Varios almuerzos en Maxim´s más tarde, Cocteau entrega una adaptación de La Venus d´Ille de Prosper Mérimée, proyecto que él mismo había intentado llevar al cine sin éxito.
En ese diario salteado Saslavsky da cuenta en primera persona de esa tensa espera que todos los directores de cine conocen muy bien y que se estira interminablemente entre el estreno de la última película y la confirmación de la siguiente. Los días que se hacen semanas se arrastran entre la búsqueda de fondos y de colaboradores, la necesidad de confirmar a María Félix y, sobre todo, la expectativa de que el elusivo Cocteau cumpla su promesa.
En esas horas muertas donde nada puede hacerse más que aguardar la llamada telefónica que lo cambiará todo, Saslavsky desespera. La primavera en París no florece para él y siente que “hay un vidrio entre París y yo”. Sale su nombre mal escrito en Le Figaro, pero lo importante es que sale. Ya se lo nombra. Tiene a Cocteau, a María Félix, tiene un productor español, nada puede salir mal, pero todo puede salir mal. El departamento alquilado funciona desastrosamente, no tiene cocina, con ayuda de amigos lo pinta de gris, rojo y blanco. “Hoy cambié dollares (sic)”, dice mientras se demora el primer pago. “Orson me dio un recibimiento frío”, se lamenta luego de un encuentro casual con el director.
Las páginas del diario acaban abruptamente, pero los lectores sabemos que finalmente Cocteau responderá y La corona negra se hará. También sabemos que, aunque no fue el éxito que Saslavsky esperaba ni le abrió la puerta grande de Europa que tanto deseaba, fue una película arriesgada que, como casi toda su obra, desafía expectativas y escapa clasificaciones.


Agenda con anotaciones autógrafas
Circa 1954
Donación: Carlos Cattaneo